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Channel: Manual de un buen vividor
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Un gin tonic, por favor

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"El gin tonic ha salvado más vidas y mentes de gente inglesa que todos los doctores del país."

Winston Churchill

De un tiempo a esta parte, el gin tonic se nos ha ido de las manos. Ay, si el bueno de Winston levantara cabeza...

Les cuento esto porque el pasado fin de semana, tras cenar con unos amigos, fuimos a un bar para echar unos tragos y hablar de lo humano y lo divino, esto es, del Real Madrid  y de chicas. Aquí el servividor (ojito al sutil juego de palabras, que estoy que me salgo esta noche) pidió un gin tonic, y cuando me lo trajeron, no sabía si bebérmelo o llamar a los artificieros TEDAX para que desactivaran aquel artefacto antes de que todos saltáramos por los aires.

Colorines. Frutas exóticas. Romero. Canela. Semillas. Y otros múltiples objetos no identificados en las profundidades de mi copa, hundidos cuales galeones español en el Mar de los Sargazos.

Cielo santo, aquel gin tonic parecía un puto bodegón.

Lo cierto es que se mascaba la tragedia desde el comienzo. Lo vi venir desde el momento en que divisé al barman metiendo todo tipo de frutas multicolores en mi copa y haciendo parones para contemplar su "obra" desde distintos ángulos, como si estuviera esculpiendo el mismísimo David de Miguel Ángel. Tal era la grandilocuencia a la hora de preparar mi copa que empecé a sospechar que el camarero iba a traérmela ejecutando alguna pirueta de El Cascanueces ataviado con un tutú.

Ante el absurdo tiempo invertido en la preparación de mi copa, fue inevitable sentirme como Alan Rickman en aquella mítica y desternillante escena de Love Actually.

No evité la catástrofe a tiempo y, claro, luego pasó lo que pasó: que mi copa parecía una orgía de frutas que superaba las fantasías más salvajes del creador de Los Fruittis. Un bebercio que sabía a cualquier cosa menos a ginebra que, paradojas de la vida, era precisamente lo que había pedido.

Así que, tras apoquinar los 11 euros de rigor por aquel batido multivitamínico de frutas del bosque, me fui directo a casa a escribir esto y tratar de poner un poco de orden en toda esta anarquía imperante de ginebra, frutas y gominolas que va a acabar con la poca cordura que me queda.

Bueno, directo, lo que se dice directo, tampoco me fui. Tuve que hacer un par de paradas técnicas más para completar mi trabajo de campo y cerciorarme completamente. Que aquí uno es muy profesional y ustedes se merecen una muestra de estudio amplia. Qué menos. No me den las gracias. Insisto. Uno tiene que hacer lo que tiene que hacer.

Así que he aquí las verdades del barquero sobre el gin tonic:

1) No analicen el gin tonic como un teorema matemático

En cierta ocasión, el músico de jazz Bill Evans dijo: no analicen el jazz como un teorema matemático. No es tal, es un sentimiento.

Algo parecido pasa con el gin tonic: no me tuesten la oreja hablándome de química, burbujas y demás conceptos técnicos que yo soy de letras y no entiendo de esas cosas (una vez, cuando era pequeño, mi padre me enseñó una gota de agua a través del microscopio y aún estoy recuperándome del susto).

Yo me siento más cercano al genial diálogo que mantiene Humphrey Bogart con el Mayor Strasser en Casablanca:

- ¿Cuál es su nacionalidad?

- Borracho

El gin tonic, como el jazz, es un sentimiento. La bandera de los borrachos ilustrados. El legado de Humphrey. No es el Teorema de Fermat ni el Bosón de Higgs. La rueda, la pólvora y el gin tonic ya fueron inventados hace mucho. Y funcionan muy bien.

2) Límites a la creatividad

El barman es el mejor amigo del hombre. Los perros están muy bien pero aún no he conocido a ninguno que me prepare un bloody mary decente (y si ustedes conocen alguno estoy dispuesto a dar todo mi patrimonio por él). El problema es que últimamente hay una alarmante tendencia por diferenciarse y ser creativos. Y la creatividad, en las manos equivocadas, puede ser un arma de destrucción masiva. Decir al camarero equivocado que te prepare "algo original" puede ser en ocasiones una decisión tan acertada como decir a tu peluquero "hazme un corte de pelo moderno" o sugerir a una chica que "ese vestido quizá acentúe en exceso la rotundidad de tu anatomía" (he de recurrir a un eufemismo porque no reúno el valor suficiente para escribir "lo otro"). Es algo que sólo te puede dar disgustos.

Así que si alguno de ustedes acaba con una cresta verde, un gintonic con gominolas o una sonora bofetada cruzándole la cara, no me digan que nos les avisé.

El gin-tonic-como-Dios-manda lleva: Hielos. Ginebra. Tónica. Un rizo de limón. Y sanseacabó.

Si me apuran, un par de toques melancólicos de angostura están permitidos. Pero sin caer en excesos.

¿Gominolas? Fusilamiento al amanecer.

¿Un racimo de uvas? Guillotina al canto.

¿Granos de café? A los tiburones con el responsable.

¿Pétalos de rosa? Preferiría cicuta en mi copa, gracias

¿Frambuesas? Disculpe, he pedido un gin tonic, no una puta tostada con mermelada.

Que no se trata de ganar el Nobel de Química con un gin tonic. A mí me parece estupendo que en su casa cada uno beba esto como le plazca, pero eso de ir a un bar y que, sin comerlo ni beberlo, te planten un gin tonic disfrazado de carnavales, pues como que no.

Así que dejen el soplete tranquilo y guarden la canela y la maracuyá para otra ocasión. Que aquí hemos venido a beber.

3) No pontifique sobre el gin tonic.

De un tiempo a esta parte, cada vez que estoy con gente tomando un gin tonic, algún iluminado decide dar la brasa a toda la mesa durante 25 minutos versando sobre ese último gin tonic que ha probado, con una rodaja de kiwi neozelandés que maridaba maravillosamente con unas bayas de la Isla del Borneo recogidas a mano por una etnia de aborígenes albinos.

Por favor, respeten la solemnidad del momento del gin tonic. Hablen del último disco de Mumford & Sons, de los ojos de la camarera (y quién dice ojos, dice piernas), del otoño, de Breaking Bad, de lo que les de la real gana. Pero las conversaciones metafísicas sobre el gin tonic son un vórtice espacio-temporal de difícil salida. Y algo soberanamente aburrido.

4) El gin tonic tiene secretos

Aquí no nos gustan las cosas obvias. Por eso nos apasionan las canciones de Bob Dylan, los gin tonics y las películas de Hitchcock. Porque tienen secretos. Como las mujeres. Y esto ya lo dijo mi amigo Bruce.

Así que si te encuentras en algún lado tomando un gin tonic estupendo, no es necesario interrogar al camarero con la tenacidad propia de un KriminialDirektor de la Gestapo (yo lo he hecho millones de veces) para averiguar qué lleva el gin tonic y preparártelo en tu casa.

¿Qué lleva? ¿Qué esto que le has puesto a mi gin tonic? Maldita sea, ¡dime qué le has puesto! Canta, maldito bastardo.

Los camareros son como los magos: jamás deben revelar sus secretos.

Respetemos los secretos y los misterios. Son lo único que nos queda en este mundo que se cae a pedazos.

5) Beba el gin tonic en buena compañía

Hasta el gin tonic más putrefacto de la historia, con la compañía adecuada, sabe a gloria. Y esto es así.

Notar cómo se destensan los músculos y las sonrisas a medida que baja la marea de ginebra. El hielo anestesiando ligeramente su labio superior. Ese suave mareo. El frío en las manos. Las mariposas borrachas estrellándose en las paredes del estómago. El aroma de un limonero en flor en el aliento de tu copa. Las canciones deslizándose por tus oídos y sacando a bailar a tus neuronas. Las preocupaciones estrellándose contra ese iceberg a la deriva que son los hielos de tu copa. El brillo de la botella de la ginebra en sus pupilas sonrientes.

Ustedes ya me entienden.

Y si no, no saben lo que se están perdiendo.

 

¿Dónde tomar el gin tonic perfecto?

Mis favoritos de Madrid: Martínez, Santamaría, La Casa del Pez, Shuzo´s, Granviauno, Buenosaires.

Lejos de Madrid: El Dickens en San Sebastián, La Bisagra en Santander, El Oh La Bar y el Dry Martini en Barcelona, el Pavilo Chinese en Lisboa, el Bar Fico en Roma, El Pravda en Nueva York. Y tantos, tantos otros. Y los que quedan por descubrir.

¿Marcas?

Mis favoritas son:

  1. Sipsmith
  2. Martin Miller´s Westbourne
  3. Raffles

¿Tónica?

Fever Tree. La Schweppes clásica funciona perfectamente. A la Nordic Mist no me acerco ni con WiFi. Dejas una botella de esa tónica en un bosque y te la devuelven los lobos.

¿Dónde comprar?

Sin duda, y ya lo he dicho alguna vez, creo que la mejor tienda para comprar ginebras online es Perfect Gintonic. Una maravilla.

¿Qué leer?

  1. Este genial artículo sobre el gintonic de mi compadre, amigo y famigliare Nada Importa (este artículo, de hecho, es un pequeño homenaje por todo lo que le debo. Que es mucho y no hay gin tonics suficientes en este mundo para saldar la deuda)
  2. Los libros "Madrid en 20 tragos" de El Club de los Magníficos. La BIBLIA.
  3. El libro "Beber de cine" de José Luis Garci (auténtica joya sobre el noble arte de beber, actualmente descatalogada pero que puede encontrar si buscan bien entre libros de segunda mano. Merece la pena)

Dicho esto, disfruten de sus copas, brinden por lo que quieran o por lo que deban y, recuerden aquello que cantaban The Wombats:

Let's dance to Joy Division,
And celebrate the irony,
Everything is going wrong,
But we're so happy,
Let's dance to joy division,
And raise our glass to the ceiling,
'Cos this could all go so wrong,
But we're so happy,
Yeah we're so happy.

pd: estoy recopilando las muchas, variadas y geniales canciones que me han dejado y este fin de semana les dejaré la lista aquí, en su bar favorito. Mantengan la fe.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

El guardián entre el centeno

Sígueme en twitter @guardian_el_


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