La memoria es el perro más tonto, le tiras un palo y te trae cualquier otra cosa.
Tokio ya no nos quiere - Ray Loriga
A veces las cosas más nimias son las que más recuerdos traen. Que se lo digan a Proust y su magdalena o a Murakami con la canción Norwegian Wood de los Beatles.
Estoy pensando en todo esto, delante del folio en blanco, mientras espero a que se enfríe uno de esos nefastos cafés nocturnos que me solía preparar en época de exámenes, capaces de hacer vomitar a una cabra, pero tan cargados que te mantenían despierto durante una semana.
Ese olor a café.
Ese olor a café frío, a víspera de examen, a noches en vela, a luz de flexo y a apuntes fotocopiados con letra de chica. Ese olor a subrayador, a llamadas nocturnas de auxilio, a "yo el tema 8 me lo fumo que no llego" y a goma de borrar.
O como cuando vas andando por calle, pensando en tus cosas, y pasa una chica a tu lado con ese olor y entonces llega El Pasado con sus colegas Los Recuerdos y te dan una paliza de la que tardas horas en recuperarte.
O una foto.
O un bar.
O una canción.
Sobre todo las canciones.
Balas perdidas del tiempo que te alcanzan cuando menos lo esperas. Un boomerang que lanzaste en su día y al que diste la espalda. Una mina que explota años después. Un volcán que entra en erupción cuando llevaba décadas inactivo.
Las chicas de las canciones. Siempre me acuerdo de ellas cuando suena una canción en la jukebox de la memoria.
Una canción. Una chica. Un recuerdo.
Y a veces es una carcajada. Y a veces es una putada. Y a veces es una nostalgia simpática. Y a veces es divertido.
Aquí están las chicas de las canciones (pueden escuchar la lista en Spotify hacienco clic en cada canción) y sus recuerdos. Amigas, antiguas novias, madres, amores adolescentes, proyectos fallidos, dolorosas derrotas, épicos triunfos, estrepitosos fracasos, amores que matan y nunca mueren y chicas fatales.
Chicas, en definitiva.
Sin orden ni concierto. Como deben ser los recuerdos.
Rebeca Jimenez De que lado estas?
Ella era una de esas chicas que cada día están más guapas. Lo cual es raro.
Ella era una de esas chicas que nunca me hizo caso. Lo cual no es tan raro.
Daba la vuelta al sandwich mientras se lo iba comiendo, era lista como ella sola y resolvía los jeroglíficos más rápido que nadie. Escuchaba a Los Planetas y yo me metía con ella. Pero si no se entiende nada de lo que dicen. Era imbécil. Yo, claro. Porque ella siempre fue una chica lista. Tal vez por eso nunca me hizo caso.
Y me recuerda a Rebeca Jiménez. Y sé que el vídeo le gustaría.
En ocasiones, para tranquilizar a los caballos más agresivos, nerviosos e inquietos, meten una gallina o una oveja en sus cuadras, y así no corren el peligro de hacerse daño ellos solos. Esto tiene un efecto tranquilizador en ellos: sienten compañía y andan con cuidado para no lesionar al nuevo roommate.
Cuando era pequeño y mi padre me llevaba con él a ver caballos, me hacía mucha gracia ver algunos de esos colosales purasangres acompañados de una inseparable gallina u oveja. Parejas bastante cómicas pero que se complementaban muy bien.
Ella era como una de esas gallinas. Mi don´t worry be happy. Mi clonazepam.
Y nadie guiñaba el ojo como ella
¡Que el barco se está hundiendo! Ella me guiñaba un ojo.
¡Que el cielo se va a caer sobre nuestras cabezas! Ella me guiñaba un ojo.
Y entonces me tranquilizaba.
Era verano y yo trabajaba en Londres. Iba mucho a un bar en King´s Road que se llamaba Babushka. Me hice hasta amigo de uno de los dueños, un tipo de lo más extravagante y bastante divertido. Al poco tiempo de volver a España, leí que había acabado en la cárcel por estafa y pedir un préstamo de 2.5 millones de libras que en ningún momento tuvo intención de devolver. Siempre tuve buen ojo para la gente.
Una noche conocí en este bar a una chica guapísima, mitad sudafricana, mitad inglesa, que bebía vino tinto y bailaba "Brown Eyed Girl" como no he visto a nadie hacerlo. Una Chelsea girl en estado puro. Tienes que escuchar el disco de Damien Rice. Me encanta la voz de la chica que canta con él. Una y otra vez me lo decía.
Yo quería su teléfono y ella que dale hilo a la cometa con el llorica de Damien Rice.
Que si Damien Rice tal. Que si Damien Rice cual. Que si Damien Rice esto. Que si Damien Rice aquello.
Lisa Hannigan era esa voz femenina que acompañaba a Damien Rice. Y siempre me acuerdo de aquella Chelsea girl cuando suena la voz de esta irlandesa.
Un mañana de Reyes Magos, con apenas 9 años, tenía un disco de esta señora esperándome en el salón de casa. Yo había pedido algún disco espantoso de moda y mi padre decidió de forma unilateral que de eso nada, que la música es un asunto muy serio como para perder dinero y tiempo con tonterías. Nunca podré estarle lo suficientemente agradecido por estas dictatoriales decisiones. Porque así fue como llegué a conocer a Janis Joplin, a Enrique Urquijo, a Johnny Cash o a la Creedence.
Me vuelven loco las canciones cortas. Y ésta, con una crítica social bastante ácida, me entusiasma.
Mi madre tuvo una época un Mercedes Benz heredado de mi padre y muchas veces sonaba esta canción en el coche cuando volvíamos del colegio.
Y cada vez que suena, cada vez que la escucho, cierro los ojos y me acuerdo de su moño, de aquel Mercedes Benz, de sus expresiones, de sus broncas