Yo te lo di todo; el katxi, el pincho, el corazón
tú me entregas la ira de una mirada esquiva
Satrústegui
Hoy inauguramos una pequeña sección en el blog: #24h.
En ella trataré de ir escribiendo con cierta periodicidad "guías" de 24 horas sobre mis ciudades favoritas. Y entrecomillo lo de "guías" porque no se tratará de rutas turísticas al uso (soy demasiado caótico para hacer algo así con un mínimo de éxito) sino más bien serán "recorridos sentimentales" (ojocuidado que me pongo intenso) por rincones que me gustan y a los que siempre vuelvo.
Ya saben: dónde encontrar una librería con encanto. A qué bar ir para tomar un buen Bloody Mary. Un local con buena música en directo. Un sitio donde desayunar.
Hoy empezaremos por donde empezó todo, el universo incluido: Bilbao.
Muchas veces escucho que Bilbao es una ciudad gris, industrial y fea. Como si fuera la hermana poco agraciada de San Sebastián, la reina del baile de fin de curso. Y yo siempre me levanto enérgicamente y digo: ¡SANDECES! ¡FRUSLERÍAS! (soy muy de emplear expresiones en desuso cuando me indigno).
Hay tres ciudades de las que me molesta particularmente que se hable mal en mi presencia:
- Roma: no, no se cae a pedazos.
- Lisboa: no, no es sucia.
- Bilbao: no, no es fea.
Como en mi DNI pone que soy santanderino, parece que estoy obligado a decir a todo con el que me cruzo que Bilbao es una ciudad fea. Que si es gris. Que si nos robaron el Guggenheim a última hora. Que si no tienen playas bonitas. Pero lo cierto es que, y aún a riesgo de que me tilden de traidor, me encanta Bilbao. Soy feliz cual cerdo en un barrizal cuando algún amigo me riega con alguna sustancia de graduación alcohólica e inexplicablemente pegajosa mientras bailamos al son de Badator Marijaia y finjo que me sé la letra. Siempre será una ciudad algo mágica para mí, esa ciudad en la que trabajaba mi padre, de donde iba y venía y me traía pasteles de arroz y soldaditos de plomo de indios y vaqueros para jugar con él en el pasillo. Y me encanta así. Con su cielo gris, su arquitectura gris y la arena gris de su plaza de toros. Con sus chicas elegantes e inaccesibles paseando por la Gran Vía y mirándome con indiferencia. Bilbao siempre será para mí esa ciudad del chiste de las setas y los rolex que me hacía llorar de risa. La ciudad de mis indios y vaqueros de plomo.
07:30
Aterrizo en Bilbao. Mi avión ha salido de Madrid a las o6:30 de la mañana. Casi me da un ictus al sonar el despertador.
A pesar de que ha sido duramente criticado, el aeropuerto de Bilbao es uno de mis favoritos ya que era desde donde viajaba al extranjero en aquellos veranos de niño. Mucho se habla del primer beso y del primer amor, the first cut is the deepest y todo ese rollo, pero yo creo que lo que realmente te cambia es ese primer viaje que haces solo fuera de España. Aquellos viajes para aprender inglés que se te antojaban como auténticas expediciones espaciales. El aeropuerto de La Paloma, tan acalatravado él, es un poco todo esto para mí.
07:45
Recojo mi maleta. Tengo que mandar un artículo urgentemente así que abro mi ordenador en una cafetería del aeropuerto. No me funciona el WiFi. ¿Soy el único al que jamás le funciona el WiFi en los aeropuertos? Pido un café con leche y un pincho. Intento pagar con tarjeta pero no me funciona. Amago de infarto y ataque de pánico. El único cajero que veo alrededor es uno del Santander. Soy de Santander y tengo mi dinero en el Banco Bilbao Vizcaya y cuando llego a Bilbao me cobran comisión al sacar dinero de un Santander. No me digan que la vida no tiene un sentido del humor algo irónico.
08:00
Me subo a un taxi y me dedico a hablar con el taxista sobre el Athletic de Bilbao. Nada me gusta más cuando llego a una ciudad que dar la brasa a los taxistas y camareros sobre la situación del equipo de fútbol local. Me dice que hay que echar a Valverde y traer a Clemente antes de Navidad. Me tranquiliza comprobar que el espíritu autodestructivo no es un rasgo exclusivo del Real Madrid.
Hablamos del nuevo San Mamés. Me dice que está precioso cuando se ilumina por la noche. Le recomiendo Un soviético en La Catedral, el nuevo libro de Hooligans Ilustrados. Pago y me voy.
08:30
Me tomo un segundo café en un bar del Casco Viejo, mi zona favorita de Bilbao. Me gusta escuchar a primera hora de la mañana cómo se despereza la ciudad mientras van abriendo las pescaderías y levantándose las persianas de sus famosas 7 calles (me las sé de carrerilla, como una alineación de fútbol: Somera, Artecalle, Tendería, Belosticalle, Carnicería Vieja, Barrencalle y Barrencalle Barrena). Y me acuerdo de un poema de Karmelo C. Iribarren:
Las calles recién regadas
el aire fresco,
limpio,
el olor a cruasán de las cafeterías,
la locura de los pájaros...
Como si la vida
te dijese:
Mira, aquí me tienes,
vuelve a intentarlo.
Pido prestado El Correo para leer a Pablo Martínez Zarracina, uno de mis periodistas favoritos y autor de dos libros imprescindibles para conocer Bilbao (y de donde he robado vilmente la frase de apertura de este post): Bilbao Inédito y Resaca crónica. Un talentazo de escritor.
Se me cae el café encima del periódico. Me mira mal la chica que está tras el mostrador. Siempre haciendo amigos allá donde voy.
10:00
Paseo muy agradable por la ría hasta el Guggenheim. Voy escuchando (Never stop building) that old space rocket de Danny & The Champions Of The World.
Me fijo en un cartel de un festival que hay a finales de octubre: el Bime con The National, The Kooks, Macy Gray y ¡¡Billy Bragg!! ¿Por qué nadie me había avisado de esto?
10:28
Me detengo entre las patas de la araña gigante. Cuando la gente pasa por el Guggenheim siempre se hace una foto con Puppy, el perrazo enorme que hay en la entrada. Bien, he de confesar que a mí no me entusiasma. Lo siento, Puppy. Pero es que me recuerda a una versión mastodóntica de un perro cursi e insoportable que tenía una compañera del colegio igualmente cursi e insoportable. En cambio, me encanta la araña gigante. Lo que no mucha gente sabe es que se llama "Mamá". Por lo visto, se trata de un homenaje de la escultora Louise de Bourgeois a su madre, sufrida tejedora. Aunque suene algo raro y turbio, me parece una metáfora preciosa. Y mucho más interesante que el perro elefantiásico ese.
11:00
Entro en el Guggenheim. Cojo una de esas audioguías aunque me parezcan para turistas sexagenarios con pantalones cortos y calcetines blancos. Y alucino nada más entrar con The Visitors. En serio. Me vuela la cabeza. Es de las obras más originales y bonitas que he visto nunca en un museo: 9 músicos tocando al unísono una canción durante una hora y cada uno grabado en habitaciones separadas dentro de una impresionante y decadente casa dieciochesca en Nueva York.
Vayan a verla. De verdad
(No tengo muy claro que compartir este vídeo algo clandestino que me he encontrado por Youtube sea algo del todo legal pero lo hago, nunca mejor dicho, por amor al arte)
12:30
Avituallamiento y descanso en "La Campa de los Ingleses", una terraza muy agradable enfrente del Guggenheim. Por las tardes hay jazz en directo. No es el típico sitio atrapaturistas. Con este ya es el tercer café del día. Así vivimos las estrellas de rock: siempre al filo de la navaja.
12:45
Me doy una vuelta por el muy bonito Hotel Domine, enfrente del Guggenheim, diseñado por Javier Mariscal, el padre de Cobi. Hace no mucho Miguelito y Gistau me recordaron la existencia de la entrañable Petra, la amiga de Cobi y mascota de los juegos paralímpicos de Barcelona 92. Hoy en día sería algo del todo impensable dibujar una mascota así.
Por cierto, si les gustan los dibujos de Mariscal (y aún recuerdan con cariño a Petra y a Cobi), vean "Chico y Rita", una película que hizo a cuatro manos con Fernando Trueba.
13:15
Hora del aperitivo. Marianito y gilda. Cuidado que el marianito lo carga el diablo. Creo que podría alimentarme exclusivamente de gildas durante el resto de mi vida. Mis favoritas son las del bar Okela, en la calle García Rivero, muy animada siempre para tomar pinchos.
13:30
Un par de ostras en El Puertito, un sitio diminuto, decorado como si fuera el interior de un barco de madera, que solo vende ostras. Imprescindible. Es que no me gustan las ostras: eso es porque no las has tomado en un sitio así, créeme. Es que a mi madre una vez le sentaron fatal: eso ocurrió hace 15 años.
A pesar de mi reticencia inicial a aderezarlas con nada (tengo una guerra abierta con la gente que exprime limón encima de cualquier cosa proveniente del mar), me convencen para tomarlas con una única gota de limón. Una sola. Una. UNA. Y luego con tabasco. Y con una salsa picante.
Baratísimo, muy simpáticos y realmente bueno. Parada obligatoria.
14:00
Pinchos en el Gaztandegi (el paraíso para los amantes del queso) y el El Huevo Frito (al que suelo ir siempre con mis amigos durante la Semana Grande de Bilbao).
16:00
Me pido un café. Sí, estoy loco.
17:00
Compro una caja de pasteles de arroz en la pastelería Zuricalday. El pastel de arroz es un postre muy típico de Bilbao y cuando lo pruebas por primera vez piensas: ¿Dónde has estado escondido todo este tiempo, maldito pastel de arroz?". Cuando era mi santo o sacaba alguna buena nota, mi padre traía pasteles de arroz, una deliciosa bomba calórica equivalente a unas 400 clases de spinning.
Elijo uno. Doy un mordisco. Sabe a aprobado raspado en dibujo técnico (mi pesadilla académica).
18:00
Voy dando un paseo por el Casco Viejo. Me compro un álbum de cromos de Panini de la NBA de 1990, una auténtica joya para coleccionistas, que veo en el escaparate de una interesante y diminuta tienda de libros descatalogados llamada Outlet Exlibris, en la Plaza Nueva. También voy a la tienda de latas de conservas en la calle Barrenkale. Como buen soltero, las latas de conservas forman una parte crucial en mi pirámide alimenticia. A veces pienso que me alimento igual que un marinero en alta mar. Aquí hay una variedad espectacular.
20:00
Vinos en la Plaza de Miguel de Unamuno. Se acaban de cumplir 150 años de su nacimiento, por cierto. Un buen momento para reivindicar la figura de un tipo inteligente, serio, independiente y culto. Bilbaíno sin par y vasco universal. Hay una exposición que merece la pena.
22:00
Cena en la Plaza Nueva. El Gure Toki es mi bar favorito. Excelente cangrejo en tempura y las croquetas caseras.
Muy recomendable también visitar el histórico Café Bilbao.
00.00
Copa en el Bowie. O copas. Un garito fantástico con muy buena música.
We can be heroes, just for one day.
03:00
Retirada de las tropas con San Mamés al fondo.
Pronto llegará otro día. Otra ciudad. Otra historia.
Otras 24 horas.
Buenas noches, Bilbao.
...
04:30
No me puedo dormir. Puto café.
El guardián entre el centeno
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(La bonita ilustración del post es obra de Daniel Castro)